domingo, 17 de julio de 2011

La tristeza

John Singer Sargent


No te asustes por mí. No me habías visto
-¿verdad?- nunca tan triste. Ya conoces
mí rostro de dolor; lo llevo oculto
y a veces, sin querer, cubre mi cara.
No temas, volveré pronto a la risa-
-Basta que oiga un trino, o tu palabra-.
No te preocupes que ha de volver pronto
a florecer intacta la sonrisa.
Me has descubierto a solas con la pena
e inquieres el porqué. ¡Si no hay motivo!
Cuando menos se espera, el aguacero
cae sobre la tranquila piel del día.
Así ocurre. No temas, no te aflijas,
no hay secreto, mi amor, que nos separe.
La tristeza es un soplo, o un aroma,
para llevarlo dulce y suavemente.
No te quejes de mí. Yo estaba sola
y vino ella, y quiso acariciarme.
Déjanos un momento entretenidas
en escuchar los pasos del silencio
y sentir la tristeza de otros muchos
que no tienen amor ni compañía.

"La tristeza"
Pilar Paz Pasmar

viernes, 15 de julio de 2011

La casa



Carl Vihelm Holsoe
 
La casa es como un pájaro
prisionero en sí mismo,
que no medirá nunca
la longitud del trino.
Encarcelada ella
que no yo, pues la habito
conociéndola, y pongo
mi cuidado y mi tino
en algo que no sabe
ni sabrá de mi cuido.
¿No me siente por dentro
removerme, lo mismo
que se siente en la entraña
la presencia del hijo?
Me ignoran los cristales
no nos sienten los vidrios
tras los cuales luchamos
contra el mar y sus ruidos.
No sabe que en sus muros
crece el amor, que hay sitio
para soñar, y que hay mundos
y faros escondidos.
Ignora de qué modo
la nombro y la bendigo.
Le digo muchas cosas;
la pongo por testigo
de todos mis secretos.
De lejos, si la miro,
me parece que tiene
la tristeza de un niño
abandonado. Subo
sus peldaños, le digo
mi nombre, porque note
que he regresado. Giro
por su caliente espuma,
me afano por su brillo,
la quiero clara, alegre
la enciendo con mis gritos,
con el sol, con el aire
del salado vecino.
Casa nuestra, mi casa...
¡Cómo crecen sus filos!
¡Cómo crece la sombra
de Dios aquí escondido!
¡Qué inevitable y fácil
la soledad, contigo!


"La casa"
Pilar Paz Pasmar

martes, 12 de julio de 2011

La orquesta

"Orquesta de la Ópera" (1869)
Edgar Degas


La primera ocasión que Degas incluye las bailarinas en acción sería en esta escena, aunque sean las protagonistas indirectas de la composición. El gran protagonista es el fagotista Désiré Dihau, que aparece en el centro de la imagen, rodeado de la orquesta del teatro de la Ópera de París. La atención de los músicos interpretando la pieza ha sido exquisitamente captada por el pintor, que muestra sus grandes dotes como retratista. De esta manera, el artista ofrece una imagen de la vida moderna, por supuesto de una clase social burguesa en la que él estaba incluido. En primer plano contemplamos una barandilla forrada de terciopelo - que sirve para separar la zona del patio de butacas del foso de la orquesta - incluida por Degas para introducir al espectador en la escena, como si contempláramos el ballet desde la primera fila.  Respecto al color, resulta interesante destacar el contraste entre las tonalidades oscuras de los elegantes trajes con el blanco de sus camisas y pajaritas. Pero el gran fogonazo de color se encuentra sobre el escenario, donde encontramos las tonalidades azules y rosas de los vestidos de las bailarinas, iluminados por los potentes focos de la representación.